martes, 9 de noviembre de 2010
¿Y cómo huir cuando no quedan islas para naufragar?
Se peinaba a lo garçon...
Hay quien dice que fui yo el primero en olvidar, cuando en un si bemol de Jacques Brel conocí a mademoiselle Amsterdam.
Y desafiando el oleaje sin timón ni timonel, por mis sueños va, ligero de equipaje, sobre un cascarón de nuez, mi corazón de viaje, luciendo los tatuajes de un pasado bucanero, de un velero al abordaje, de un no te quiero querer.
Y cómo huir, cuando no quedan islas para naufragar, al país donde los sabios se retiran del agravio de buscar labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios tan sumarios que envilecen el cristal de los acuarios de los peces de ciudad que mordieron el anzuelo, que bucean a ras del suelo, que no merecen nadar.
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