-Tus problemas no tienen por qué durar toda la vida. –Posé mi mano en su espalda-. Algún día acabarán. Y cuando todo haya terminado, bastará con que reconsideremos el asunto. Bastará con que pensemos qué debemos hacer a partir de entonces. Y ese día tal vez seas tú quien me ayude a mí. No tenemos por qué vivir haciendo balance. Si tú ahora me necesitas a mí, me utilizas sin más. ¿Por qué eres tan terca? Relájate. Estás tensa y por eso te lo tomas así. Si te relajas, te sentirás más ligera.
-¿Por qué dices eso? –La vos de Naoko sonó muy seca.
Al oírla, comprendí que acababa de pronunciar las palabras equivocadas.
-¿Por qué? –repitió Naoko con la vista clavada en el suelo-. Si te relajas, te sientes más ligero, eso también lo sé yo. No hace ninguna falta que me lo recuerdes. Pero si ahora me relajó me haré pedazos. Desde hace tiempo he sido incapaz de vivir de otra manera, y todavía lo soy. Si bajara la guardia, aunque fuera una sola vez, sería incapaz de recomponerme a mí misma. Me haría pedazos y éstos volarían con un soplo de viento. ¿Cómo puede ser que no lo entiendas? ¿Cómo puedes decir que cuidarás de mí si no comprendes eso?
[Tokio Blues]
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