Quiero, de verdad, conocer a miss Lunatic.
Pero por más que cierro los ojos con mucha mucha fuerza ni encuentro la moneda ni empiezo a atisbar su cochecito.
Cuando oscurecía y empezaban a encenderse los letreros luminosos en lo alto de los edificios, se veía pasear por las calles y plazas de Manhattan a una mujer muy vieja, vestida de harapos y cubierta con un sombrero de grandes alas que le tapaba casi enteramente el rostro.
[Caperucita en Manhattan]
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